Aquello de una imagen vale más que mil palabras a veces se convierte en una máxima, pero cuando imagen y palabras van de la mano, la sensación que te produce ver como se complementan, está entre emocionante y sorprendente. Así me siento ahora después de de leer la columna de Isaac Rosa "Los recortes educativos, explicados a lo bestia" (lectura altamente recomendable en mi opinión), a medida que leía, se me iba dibujando en la mente la viñeta de Frato (otro gran maestro) sobre la escuela y la enseñanza, en cualquier caso ninguno de los dos nos puede dejar indiferentes. Vean, lean y opinen:
"El presidente del gobierno convoca a los medios de
comunicación a La Moncloa para un mensaje a la nación. Mirando a la cámara, con
tono firme, lanza la bomba: “Queridos ciudadanos, voy a ser sincero, sin
eufemismos: en España sobran millones de trabajadores, y van a seguir sobrando
por muchos años, porque no esperamos crear empleo en una larga temporada; más
bien al contrario, se seguirá destruyendo. Así que no voy a emplear el
argumentario habitual para justificar los recortes educativos. Háganse ustedes
mismos esta pregunta: ¿para qué vamos a seguir formando jóvenes que no tendrán
donde trabajar? ¿Para qué gastar nuestro escaso dinero en que las próximas
generaciones tengan un título universitario, de Formación Profesional o de
Bachillerato? ¿Para que lo cuelguen en el salón? ¡Si aquí no va a haber trabajo
en condiciones más que para unos cuantos, y el resto al paro o al subempleo!”
Ya sé que la escena es improbable, nadie espera esa
sinceridad del presidente. Pero si nos lo contaran así, a lo bestia,
entenderíamos mucho mejor los demenciales recortes en educación, los ya
aprobados y los que vendrán. Nos seguirían cabreando, claro, pero al menos
entenderíamos de qué va la cosa.
Como el gobierno no se atreve, voy a hacerle yo el trabajo
sucio. Voy a explicar en qué consisten los recortes educativos a partir de esa
clave: ¿para qué vamos a seguir formando jóvenes, si el futuro pinta negro?
¿Para qué queremos nuevas ediciones de “la generación mejor preparada de la
historia”? ¿Para que se conviertan en nuevas “generaciones perdidas”? ¿Qué
ganas de gastar ni un euro más en engordar currículum que acabarán en la
papelera de una ETT?
Así pensados, los recortes deberían ser incluso más
radicales: no basta con el previsible aumento del fracaso escolar, ni con la
disuasión que el mayor coste de las matrículas tendrá sobre muchas familias;
eso sólo eliminará unos cuantos cientos de miles de estudiantes. Habría que ir
más allá, y cerrar mañana mismo todas las facultades universitarias cuyas
expectativas laborales son igual a cero, o incluso tienen números negativos.
Tomemos el caso de periodismo, por poner un ejemplo
sencillo: si no tenemos donde colocar a los más de cinco mil periodistas
despedidos –y los que se sumarán tras los próximos ERE-, y teniendo en cuenta
que el futuro a corto plazo pasa por medios digitales con plantillas miniatura
y donde se paga poco o nada, ¿para qué seguir licenciando promociones de nuevos
periodistas? Y lo mismo vale para las carreras científicas: ¿para qué queremos
tanto Premio Nobel en potencia, si pronto tendrán que buscar ratones de chabola
para sus investigaciones, como el protagonista deTiempo de silencio?
El razonamiento es válido para muchas otras titulaciones: si
en los próximos años no habrá apenas convocatorias de plazas en las
administraciones públicas (salvo para policía, esa sí una profesión con
futuro), ni se contratarán nuevos médicos, enfermeros o profesores, sino al
contrario, se prescindirá de los interinos y cualquier día empezarán también a
echar a los que tienen plaza, ¿qué necesidad hay de mantener tantos estudios
universitarios sin salida profesional?
Otro tanto diremos de la FP: ya deberían estar cerradas las
aulas donde se forman trabajadores para cualquier profesión relacionada con la
construcción, pues pocas viviendas se van a levantar en las próximas décadas
mientras no demos salida al stock de casas vacías, y de la obra pública mejor no
hablar. Y lo mismo para los que se formen pensando en colocarse en la
industria, menguante y deslocalizada, así como en tantas empresas de servicios
que ya han descubierto la fórmula del más por menos (hacer lo mismo o más pero
con menos trabajadores), o en el comercio, donde no se vende una escoba ni se
va a vender por mucho tiempo.
Ya sé, ya sé: me dirán que el sistema educativo no es sólo
una fábrica de trabajadores, que educar no es sólo añadir líneas al currículo,
que educar debería ser mucho más. Lo que quieran, pero no nos engañemos: hace
ya mucho tiempo que el sistema educativo, sus objetivos y programas, se
vincularon a las necesidades productivas del país; y no sólo la evidente FP,
sino también el bachillerato y la universidad entendidos como antesalas del
mercado laboral y diseñados en función de las necesidades de las empresas; así
ha sido, y no parece que los tiempos apunten a ideales humanistas. Cuando
oíamos eso de “la generación mejor preparada de nuestra historia” ninguno
estábamos pensando en ciudadanos críticos y libres, sino en lo confiados que
iban los jóvenes a las entrevistas de trabajo. Ya sé que hay muchos que aspiran
a otra cosa, que ven en la educación una formación humana y en valores para la
convivencia, y creen en su función correctora de las desigualdades, pero hasta
ahora clamaban en el desierto, y no parece que las autoridades vayan a
escucharles mucho más.
Así que, si aceptamos que tenemos un sistema educativo cuyo
principal objetivo es entregar al sistema productivo trabajadores con las
habilidades y conocimientos que las empresas exigen, la conclusión no puede ser
otra, por mal que suene: hay que suspender el sistema educativo mientras la
cosa no mejore, reducirlo a la mínima expresión.
Porque lo que también parece evidente es que la solución
contra el paro no pasa hoy por más y mejor educación, más y mejor formación.
Muchos de esos millones que están sin trabajo no lo van a encontrar por añadir
otra carrera, un master o un tercer idioma al currículum, al contrario: cada
vez más trabajadores se fingen peor preparados de lo que en realidad están
cuando acuden a una entrevista de trabajo, porque para los pocos puestos que se
ofertan, y con la miseria de sueldo que ofrecen, un buen currículum es la peor
carta de presentación.
No, la solución al paro no está en formar aun más a la
generación mejor formada de la historia, sino en un cambio de modelo
productivo, que el que tenemos no da más de sí, y a golpe de austeridad y
recesión nos condena una larga temporada de paro y trabajo basura. Y como hace
tiempo que los gobernantes abandonaron el discurso –que no era más que eso, un
discurso- sobre la necesidad de un nuevo modelo económico, la apuesta por la
innovación y la tecnología, los nuevos yacimientos de empleo, y patatín,
patatán; mientras el modelo productivo sea el que es, no tendremos donde
colocar a los cinco o seis millones de parados, que ya podrán ser siete
millones y los que vengan. El único yacimiento de empleo a la vista consiste en
trabajar como chinos, como recomendó el presidente de Mercadona: y para
trabajar con horarios y sueldos de bazar chino, poca falta hace tener título,
más bien al contrario.
De modo que de eso se trata, en eso consiste la nueva
política educativa. Si los recortes actuales de 3.000 millones, que se suman a
los que ya aprobaron las comunidades autónomas, les parecen un ataque al
sistema educativo, piensen que esto no ha hecho más que empezar. Las medidas
anunciadas dejarán por el camino a unos cuantos miles que nunca llegarán a la
universidad o la FP: el recorte en la educación infantil impedirá que los niños
entren tan pronto y le puedan coger el gusto al estudiar ya desde tan pequeños;
la masificación de las aulas, la falta de recursos y el deterioro de las
condiciones de trabajo de los profesores abonarán el fracaso escolar en edades
cada vez más tempranas; y para los que sobrevivan y todavía aspiren a estudios
superiores, el encarecimiento de las matrículas y la reducción de becas
operarán la selección natural necesaria.
Como además se deteriorará mucho más la educación pública,
la privada saldrá favorecida, cuanto más cara y exclusiva mejor, de modo que
sean sus estudiantes los que consigan los pocos trabajos decentes disponibles,
y el resto al paro o a la precariedad, que para eso las familias menos
pudientes están mejor dotadas genéticamente para soportar las penurias y
adversidades. Lo mismo cabe decir de la escuela rural, cuya supervivencia está
amenazada, como
contaba ayeren este blog Susana Hidalgo. ¿Para qué quieren estudiar en el
campo, si allí hay aun menos futuro que en la ciudad?
De paso, con la liquidación del sistema educativo nos
ahorramos otra molestia para los tiempos venideros: que los jóvenes piensen por
su cuenta, que desarrollen espíritu crítico, algo que, aunque no sea un
objetivo del actual sistema, acaba siendo un efecto colateral por culpa de
tantos profesores que defienden que educar debe ser algo más que formar nuevos
trabajadores. Y ya hemos visto lo que pasa con los jóvenes cuando piensan por
su cuenta, que acaban indignándose y montando acampadas o cosas peores. Sí, es
cierto que la falta de horizonte y el abandono escolar temprano pueden afectar
a la convivencia y crear tensiones sociales, pero no pasa nada: eso nos
permitirá contratar más policías, que como ya dijimos es la verdadera profesión
de futuro.
¿A que no suena tan descabellado? Otro día si quieren les
explico así también, a lo bestia, los recortes de sanidad en clave de reducción
de la esperanza de vida: ¿para qué facilitar que los ciudadanos vivamos tantos
años, si no habrá pensiones, ni recursos públicos de asistencia, ni dinero para
la dependencia? Mejor morirnos antes, y eso que nos ahorramos todos"
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