Rodolfo Mateos habla de autoestima. Detrás de unas largas y
alocadas barbas grises de catedrático de instituto de Lengua y Literatura desde
hace más de tres décadas, habla de algunos “éxitos personales”, de victorias
pequeñitas. Por ejemplo, de la primera vez que un chaval que no hacía más que
suspender le contó, orgulloso, radiante, que otro profesor le había felicitado
por un trabajo. “Son chavales que quizá no van a ser médicos ni ingenieros, que
tienen sus problemas y los seguirán teniendo, pero que, con esfuerzo, logran
aprobar y sacarse la secundaria”. Y con la educación secundaria, ¿quién sabe?,
quizá sí puedan llegar a ser médicos, ingenieros o lo que quieran.
Mateos se refiere a algunos de los alumnos que han pasado
por sus clases
de refuerzo durante las tardes en el instituto público Ribera del Tajo
de Talavera de la Reina, una localidad toledana de 88.000 habitantes que, muy
volcada tradicionalmente en el comercio, está sufriendo con enorme dureza los
estragos de la crisis. Uno de los más de 14.000 parados de la localidad es el
marido de María del Mar Gamonal. “Se dedicaba a la construcción y no le sale
nada. Y ahora encima nos quitan el subsidio”, dice Gamonal. Tienen una niña,
Ana Isabel, que cumple 14 en enero. El curso pasado iba a las clases de
refuerzo de por la tarde del Ribera del Tajo, pero este año todavía no han
empezado, se queja, ni se sabe aún si van a empezar por culpa de los recortes
(este periódico se lo ha preguntado a la Consejería de Educación, pero no ha
recibido respuesta).
Esas clases de por la tarde son una parte de los Programas
de Refuerzo, Orientación y Apoyo (PROA), que intentan “contribuir a debilitar
los factores generadores de la desigualdad y garantizar la atención a los
colectivos más vulnerables para mejorar su formación y prevenir los riesgos de
exclusión social”, explica la web del Ministerio de Educación. Arrancaron en el
curso 2004-2005 con un plan experimental en 143 centros y el curso pasado
participaron en él 4.236 colegios e institutos de toda España. Se ofrecen en
los últimos cursos de primaria y los primeros de la ESO, los momentos más
complicados de transición.
El plan lo han financiado
conjuntamente las comunidades y el ministerio hasta el año pasado, cuando
Educación, aún en manos del PSOE, dijo que no era necesario que las autonomías
pusieran su parte. En 2013, el ministerio que hoy dirige José Ignacio Wert ya
no pondrá ni un euro para PROA. Y, si es así, quedarán muy tocados y pueden
desaparecer en buena parte de España, como ya desaparecieron el curso pasado en
Baleares. De momento, ni en Aragón ni en Madrid ni en Castilla-La Mancha han
arrancado este año los refuerzos por la tarde. En Castilla y León, informan los
directores de instituto, se mantienen, pero en menos centros.
Quizá es solo un programa, pero quizá también es la última
gota de unos recortes que, como predijeron numerosos especialistas, afectan
mucho más y mucho peor a los sectores más desfavorecidos. Menos profesores y
menos recursos han ido significando menos desdobles (clases reducidas en
algunas materias algunas horas a la semana), menos clases de recuperación para
los que suspenden, supresión de aulas de acogida para alumnos extranjeros Y, al
final, la eliminación del dinero para los PROA (este año han sido 60 millones).
“Es un disparate, se está penalizando al más débil”, dice el
catedrático de Educación de la Universidad de Murcia Juan Manuel Escudero. “Se
está dejando a estos chavales desamparados, se les quitan unas ayudas que,
siendo todo lo mejorables que quieras, les hacían mucho bien”, continúa.
Escudero ha participado en el último número de la Revista de Educación,
dedicado precisamente a las medidas de apoyo educativo. En su artículo habla de
algunas sombras del programa (que funciona mejor en primaria y en los primeros
años de puesta en marcha), pero de muchas luces: la gran valoración por parte
de todos los participantes (docentes, equipos directivos, estudiantes y
familias); la mejora en la promoción de curso; las mejoras en Lengua y
Matemáticas; la existencia de una buena planificación y coordinación... Junto
al dinero de los PROA programa, el ministerio elimina en 2013 el presupuesto
para el resto de planes contra el abandono escolar temprano (40 millones), del
que salía dinero, por ejemplo, para contratar a psicopedagogos o trabajadores
sociales para centros con alumnos con dificultades.
La otra pata del PROA son profesores extra para facilitar
durante la jornada lectiva normal los desdobles y refuerzos donde los alumnos
van más flojos, pero también donde haya problemas de disciplina. Esta parte sí
está todavía en marcha en Castilla-La Mancha: 66 profesores extra que paga
exclusivamente la Consejería de Educación, explica una portavoz.
En el caso del Ribera del Tajo de
Talavera hay un profesor extra, uno menos que el curso pasado y, en todo caso,
una ayuda que no da para compensar la pérdida de 24 profesores en dos años (hoy
son 70 para 1.100 alumnos en turnos de mañana y tarde). Declarado como centro
de especial dificultad, el centro mantiene una sección bilingüe y un programa
para los alumnos que van mejor; y le dan muchísima importancia a las
actividades extraescolares (viajes al museo, al teatro...), cuenta su director,
Andrés de la Heras.
Tanto él como Mateos dicen que las clases extra del PROA no
tratan solo de que los chavales avancen académicamente. Muchas veces, lo que
necesitan es adquirir hábitos de estudio, de mantener unos horarios, de marcarse
unos objetivos y hacer los esfuerzos necesarios para alcanzarlos. De recuperar
esa autoestima de la que hablaba Mateos al principio de este texto. O,
simplemente, de integración.
Este es el caso de Lulu Wang, alumna de 14 años y origen
chino que sonríe al explicar que le han ayudado mucho las clases de refuerzo de
Lengua: “En casa, con mis padres y mis hermanos, solo hablamos en chino”. Dice
que no hubiera ido a clases de refuerzo si hubieran sido fuera del instituto.
“Me pondría muy nerviosa con gente que no conozco”. Junto a ella, Sandra
Mendoza, también de 14, años insiste en que ahora le iría mucho peor si no
hubiera tenido el PROA los dos últimos cursos (se dan en 1º y 2º de ESO y ella
está ya en 3º). Su padre es chapista y su madre, ama de casa. “No hubieran
podido pagarme unas clases particulares” privadas.
Visto en El
País
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