No hace falta estar atrapado por el síndrome de Peter Pan
para ser un habitual de la literatura infantil. No es un mundo exclusivo para
niños, maestros o padres. Muchos de los libros en principio destinados a los
más pequeños son, por sus contenidos, ilustraciones y sobre todo por la belleza
que encierran, un alimento indicado para todos los públicos, se tenga la edad
que se tenga.
Decía José Saramago en su cuento para niños La flor más
grande del mundo:
“¿Y si las historias para niños fueran
de lectura obligatoria para los adultos?
¿Seríamos realmente capaces de aprender
lo que, desde hace tanto tiempo, venimos enseñando?”
Para un niño, estos volúmenes le sirven de ayuda para
comenzar a comprender el mundo que le rodea y aprender a resolver conflictos.
Un adulto, sin embargo, puede sacarles mayor partido, pues cuenta, en
principio, con otras armas como la ironía, la costumbre al caudal de una
historia y a las fotografías literarias que definen a los personajes. No lo
dudes, estos libros están llenos de dobles lecturas, de grandes reflexiones
filosóficas, de emotividad y, además, de unas ilustraciones que en muchos casos
son toda una obra de arte.
Si ya nadie te cuenta un cuento antes de irte a dormir, te
propongo cinco títulos que te harán viajar, volver a encontrar el niño que
fuiste y acceder a nuevos e inesperados mundos.
1) Destroza este diario. De Keri Smith. Editorial
Paidós.
Nos han enseñado que a los libros hay que respetarlos y
cuidarlos. A todos, menos a este. La propuesta de Keri Smith, la autora de una bitácora en
la web que atrae a más de 8.000 lectores diarios, se acompaña con unas
instrucciones muy precisas de cómo hay que destrozarlo, vivirlo, recrearlo…
Cada página nos pide una forma muy determinada, pero a la vez muy libre, de
cómo interactuar con este ejemplar. Te propondrá que pintes con la lengua, que
pongas cosas pegajosas, que lo arrastres por el suelo…. Todo depende de ti.
Entra en el juego y se convertirá en adictivo y creativo. A veces no está mal
dejar el Instagram para pasar a la creatividad más artesanal. Para completar y
personalizar este libro, hay que remangarse y mancharse las manos.
“Durante el proceso de creación, te ensuciarás. Es posible
que acabes manchado de pintura y otras sustancias. Te mojarás. Puede que te
preguntes por qué te pido que hagas ciertas cosas. Y que recuerdes con pena el
perfecto estado en el que encontraste este diario. A lo mejor empiezas a
ver destrucción creativa por todas partes”, es la filosofía de Smith.
Y sí, una vez que hayas pasado a la acción con tus manos y
tu creatividad, nada mejor que compartir tu destrozo con los demás.
2) Olivia. De Ian Falconer. Editorial Serres.
Conocer a Olivia y su energía ilimitada, su pasión por la
belleza y su amor incondicional por el color rojo es algo tan delicioso que
debería estar indicado en los vademecum. Olivia es una carismática cerdita
salida de los lápices del artista neoyorquino Ian Falconer. Ha enamorado no
sólo a los exigentes jurados de la Medalla Caldecott, que le concedió una
mención de honor en el certamen de 2001, sino a millones de lectores de todo el
mundo. No es raro ver por las librerías de Nueva York peluches y juguetes de
Olivia vestida de diferentes maneras. Y es que la mayoría de situaciones que
vive la pequeña cerdita suceden en la ciudad de los rascacielos. Dos ejemplos:
el momento en que construye con la arena de la playa el Empire State Building o
su personalísima e inteligente visita al Metropolitan Museum of Art.
Olivia, más que narrar una historia, es una serie de
historias, muy adictiva por cierto, enfocada sin ningún tapujo a que el
universo se enamore de ella con mucha facilidad. ¿Quién no se sentiría identificado
con una cerdita a la que le gusta probarse vestidos, bailar o intentar superar
nada menos que una obra de Jackson Pollock: “Eso lo pinto yo en cinco
minutos”?
3) El árbol rojo. De Shaun Tan. Editorial Barbara
Fiore.
Más que un cuento al uso, es un poema visual, a través de
mundos imaginados por Shaun Tan. Las ilustraciones nos trasladan por un viaje
que nos llevará desde la desesperación a la esperanza. Y ese viaje se realiza a
través de metáforas que ayudan a describir sentimientos. Monstruos, tormentas,
agua, viento, el arco iris… Las protagonistas son una pequeña niña que
despierta tristeza y una hoja roja que la acompañará volando de escena en
escena para plantear una historia con un ingrediente poco habitual en este tipo
de libros: el desánimo y la desesperanza. Pero, por su puesto, encierra un
mensaje de superación y optimismo.
El libro ganó el premio Patricia Wrightson en los NSW
Premier’s Book Awards, y recibió el premio le Prix Octogones 2003 del Centre
International d’Études en Litterature de Jeunesse.
4) El Principito. De Saint-Exupéry. Versión
pop-up. Salamandra.
No voy a descubrir a nadie a estas alturas este libro, pero
quizás sí la delicada y cuidada edición, en pop-up de la editorial
Salamandra. Los integrantes del estudio gráfico francés Associeés Réunis han
logrado trasladar el espíritu del original a este delicado formato, tras tres
años de duro trabajo, que busca ser fiel a la obra de Saint-Exupéry. Posee una
estética muy limpia y unos sorprendentes desplegables que hacen que entrar en
el mundo de El Principito sea mucho más intenso. Pasar cada página y
abrir cada pestaña para descubrir esos paisajes en tres dimensiones que imaginó
Sain-Exupéry logra que por unos momentos el protagonista de la historia seas tú
mismo, al verte obligado a interactuar con algunos de sus desplegables,
respetando siempre las acuarelas del autor.
Es una obra delicadísima y que se presenta siempre en
ediciones muy limitadas.El Principicito siempre fue un texto que hay que
leer despacio, y ahora con cuidadosa delicadeza a la hora de interactuar con
sus desplegables, que ofrecen sorpresas y deliciosos sonidos de papel.
5) Mamá fue pequeña antes de ser mayor. Valérie
Larrondo y Claudine Desmarteau. Kókinos.
Es el más gamberro de esta selección. Para aquellas madres y
para aquellos padres que han olvidado que algún día también se metían los dedos
en la nariz, jugaban a los médicos con el vecinito del tercero, se les escapaba
alguna palabrota o pintaban las paredes del salón con rotuladores… Ser padres,
madres y en ocasiones adultos puede llegar a ser difícil y aburrido, y mucho
más si olvidamos aquellos impulsos incontrolados que teníamos de pequeños y que
tanto nos divertían, por los que nos ganábamos alguna bronca y nos hacían ser
tan niños y tan atrevidos.
Es un libro ideal para confesar a los pequeños que los
mayores tampoco fuimos niños perfectos. Y si no tenemos niños cerca, es un buen
volumen para reírnos de nosotros mismos.
Visto en El Asombrario
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