Las familias no sabemos bien si es bueno elogiar mucho a los
niños y niñas por lo inteligentes que son, o por cómo hacen las cosas, sin importar el
grado de inteligencia que tengan. Y no sólo eso, sino que a menudo caemos en
etiquetas y en la comparación con otros niños. Además vivimos en una cultura
que penaliza el error y lo trata como algo que tenemos que evitar a toda costa,
pues nos llevará al fracaso.
De lo que no nos damos cuenta es que todas estas
creencias pueden condicionar el desarrollo intelectual de nuestros hijos y
la forma que tienen de afrontar sus problemas.
Un interesante estudio llevado a cabo por la psicóloga Carol Dweck,
separó a 400 niños en 2 grupos. El primer grupo recibió elogios por lo
inteligentes que eran y el otro grupo fue elogiado por su esfuerzo. Pues
bien, el estudio concluyó que el grupo al que se elogió por su inteligencia
elegía pruebas más sencillas para evitar el fracaso. Por el contrario, el grupo
elogiado por su esfuerzo tenía una tendencia mayor a seguir haciéndolo y
escogía las pruebas más difíciles, para poner a prueba sus capacidades.
Es decir que si nos pasamos el día alabando la inteligencia
de nuestros hijos, estos lo tomarán como algo que ya han desarrollado y no
harán nada por mejorarlo, evitando las pruebas en las que puedan fallar,
para no dañar esa imagen. Si por el contrario les reconocemos el esfuerzo,
adoptarán su desarrollo como un camino en progreso y seguirán esforzándose para
conseguir sus objetivos, a pesar de los errores que vayan cometiendo por el
camino, rindiendo a un nivel superior.
Tenemos la creencia de que nacemos con un grado de
inteligencia y que este no cambiará durante nuestro desarrollo y es
precisamente esa actitud hacia el concepto de mente rígida y la no
tolerancia a los errores la que nos lleva a no desarrollarla completamente.
De esa forma, si transmitimos estas mismas creencias a
nuestros hijos, estaremoslimitando sus capacidades y evitando su
desarrollo. Además si tienen miedo al fracaso, estarán poniendo un freno a su
aprendizaje, porque no aceptarán sur retos y no se esforzarán por superar sus
fallos.
Además las etiquetas (aunque sean buenas) lejos de ser
positivas pueden ser perjudiciales para los niños, ya que inculcan a los niños
el concepto de mente fija y hacer que el niño se quede anclado en ese estado,
no intentando hacer nada por mejorar su rendimiento.
Si por el contrario aceptamos que su cerebro (y el nuestro)
está dotado de una gran plasticidad, por lo que puede cambiar, y les
enseñamos que los errores son una parte fundamental de su aprendizaje,
valorando su esfuerzo, estaremos potenciando sus capacidades y fomentando su
desarrollo.
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