Cocinar juntos brinda una excelente ocasión para «nutrir» el sentimiento de grupo entre los miembros de la familia. Para los niños más pequeños es un buen momento para desarrollar la psicomotricidad fina (por ejemplo, al cortar o pelar), así como para aprender a seguir una receta, con sus pasos y sus tiempos, y aprender a esperar, incluso a asumir que el resultado no sea el esperado. Para los niños más mayores es también una oportunidad que facilita su autonomía, ya que la familiaridad con la elaboración de alimentos les permitirá repetir el proceso de forma autónoma. La satisfacción de poder comer lo que uno mismo ha realizado siempre resulta novedosa para los más pequeños. Se potencia, además, el sentimiento de trabajo en equipo, ya que del resultado final difícilmente se pueden separar las aportaciones individuales de cada uno. Se recomienda elegir una tarde o una mañana tranquila, realizar una comida corriente o aprovechar la celebración de alguna ocasión especial como un cumpleaños o las Navidades. La cocina tiene unos rituales de orden y limpieza que deben ser seguidos. No se trata de dejar a los niños jugar con la harina, sino de elaborar un plato, ya sean galletas o una comida completa. Pero insistimos en que la actividad no consiste en enseñar a cocinar sino de cocinar juntos: aunque esté implícito el aprendizaje por parte de los niños, debe ser sobre todo una actividad de grupo, si bien es cierto que las tareas habrán de adjudicarse según la edad de los niños y la dificultad de las diferentes tareas de la receta elegida.[Visto en: http://www.sol-e.com/bf/actividades.php?act=3]
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