lunes, 27 de mayo de 2013

Cinco Libros Infantiles Que Todo Adulto Debería Leer


No hace falta estar atrapado por el síndrome de Peter Pan para ser un habitual de la literatura infantil. No es un mundo exclusivo para niños, maestros o padres. Muchos de los libros en principio destinados a los más pequeños son, por sus contenidos, ilustraciones y sobre todo por la belleza que encierran, un alimento indicado para todos los públicos, se tenga la edad que se tenga.

Decía José Saramago en su cuento para niños La flor más grande del mundo:

“¿Y si las historias para niños fueran
de lectura obligatoria para los adultos?
¿Seríamos realmente capaces de aprender
lo que, desde hace tanto tiempo, venimos enseñando?”

Para un niño, estos volúmenes le sirven de ayuda para comenzar a comprender el mundo que le rodea y aprender a resolver conflictos. Un adulto, sin embargo, puede sacarles mayor partido, pues cuenta, en principio, con otras armas como la ironía, la costumbre al caudal de una historia y a las fotografías literarias que definen a los personajes. No lo dudes, estos libros están llenos de dobles lecturas, de grandes reflexiones filosóficas, de emotividad y, además, de unas ilustraciones que en muchos casos son toda una obra de arte.

Si ya nadie te cuenta un cuento antes de irte a dormir, te propongo cinco títulos que te harán viajar, volver a encontrar el niño que fuiste y acceder a nuevos e inesperados mundos.

1) Destroza este diario. De Keri Smith. Editorial Paidós.


Nos han enseñado que a los libros hay que respetarlos y cuidarlos. A todos, menos a este. La propuesta de Keri Smith, la autora de una bitácora en la web que atrae a más de 8.000 lectores diarios, se acompaña con unas instrucciones muy precisas de cómo hay que destrozarlo, vivirlo, recrearlo… Cada página nos pide una forma muy determinada, pero a la vez muy libre, de cómo interactuar con este ejemplar. Te propondrá que pintes con la lengua, que pongas cosas pegajosas, que lo arrastres por el suelo…. Todo depende de ti. Entra en el juego y se convertirá en adictivo y creativo. A veces no está mal dejar el Instagram para pasar a la creatividad más artesanal. Para completar y personalizar este libro, hay que remangarse y mancharse las manos.




“Durante el proceso de creación, te ensuciarás. Es posible que acabes manchado de pintura y otras sustancias. Te mojarás. Puede que te preguntes por qué te pido que hagas ciertas cosas. Y que recuerdes con pena el perfecto estado en el que encontraste este diario. A lo mejor empiezas a ver destrucción creativa por todas partes”, es la filosofía de Smith.

Y sí, una vez que hayas pasado a la acción con tus manos y tu creatividad, nada mejor que compartir tu destrozo con los demás.

2) Olivia. De Ian Falconer. Editorial Serres.


Conocer a Olivia y su energía ilimitada, su pasión por la belleza y su amor incondicional por el color rojo es algo tan delicioso que debería estar indicado en los vademecum. Olivia es una carismática cerdita salida de los lápices del artista neoyorquino Ian Falconer. Ha enamorado no sólo a los exigentes jurados de la Medalla Caldecott, que le concedió una mención de honor en el certamen de 2001, sino a millones de lectores de todo el mundo. No es raro ver por las librerías de Nueva York peluches y juguetes de Olivia vestida de diferentes maneras. Y es que la mayoría de situaciones que vive la pequeña cerdita suceden en la ciudad de los rascacielos. Dos ejemplos: el momento en que construye con la arena de la playa el Empire State Building o su personalísima e inteligente visita al Metropolitan Museum of Art.

Olivia, más que narrar una historia, es una serie de historias, muy adictiva por cierto, enfocada sin ningún tapujo a que el universo se enamore de ella con mucha facilidad. ¿Quién no se sentiría identificado con una cerdita a la que le gusta probarse vestidos, bailar o intentar superar nada menos que una obra de Jackson Pollock: “Eso lo pinto yo en cinco minutos”?

3) El árbol rojo. De Shaun Tan. Editorial Barbara Fiore.


Más que un cuento al uso, es un poema visual, a través de mundos imaginados por Shaun Tan. Las ilustraciones nos trasladan por un viaje que nos llevará desde la desesperación a la esperanza. Y ese viaje se realiza a través de metáforas que ayudan a describir sentimientos. Monstruos, tormentas, agua, viento, el arco iris… Las protagonistas son una pequeña niña que despierta tristeza y una hoja roja que la acompañará volando de escena en escena para plantear una historia con un ingrediente poco habitual en este tipo de libros: el desánimo y la desesperanza. Pero, por su puesto, encierra un mensaje de superación y optimismo.

El libro ganó el premio Patricia Wrightson en los NSW Premier’s Book Awards, y recibió el premio le Prix Octogones 2003 del Centre International d’Études en Litterature de Jeunesse.

4) El Principito. De Saint-Exupéry. Versión pop-up. Salamandra.

No voy a descubrir a nadie a estas alturas este libro, pero quizás sí la delicada y cuidada edición, en pop-up de la editorial Salamandra. Los integrantes del estudio gráfico francés Associeés Réunis han logrado trasladar el espíritu del original a este delicado formato, tras tres años de duro trabajo, que busca ser fiel a la obra de Saint-Exupéry. Posee una estética muy limpia y unos sorprendentes desplegables que hacen que entrar en el mundo de El Principito sea mucho más intenso. Pasar cada página y abrir cada pestaña para descubrir esos paisajes en tres dimensiones que imaginó Sain-Exupéry logra que por unos momentos el protagonista de la historia seas tú mismo, al verte obligado a interactuar con algunos de sus desplegables, respetando siempre las acuarelas del autor.







Es una obra delicadísima y que se presenta siempre en ediciones muy limitadas.El Principicito siempre fue un texto que hay que leer despacio, y ahora con cuidadosa delicadeza a la hora de interactuar con sus desplegables, que ofrecen sorpresas y deliciosos sonidos de papel.

5) Mamá fue pequeña antes de ser mayor. Valérie Larrondo y Claudine Desmarteau. Kókinos.


Es el más gamberro de esta selección. Para aquellas madres y para aquellos padres que han olvidado que algún día también se metían los dedos en la nariz, jugaban a los médicos con el vecinito del tercero, se les escapaba alguna palabrota o pintaban las paredes del salón con rotuladores… Ser padres, madres y en ocasiones adultos puede llegar a ser difícil y aburrido, y mucho más si olvidamos aquellos impulsos incontrolados que teníamos de pequeños y que tanto nos divertían, por los que nos ganábamos alguna bronca y nos hacían ser tan niños y tan atrevidos.



Es un libro ideal para confesar a los pequeños que los mayores tampoco fuimos niños perfectos. Y si no tenemos niños cerca, es un buen volumen para reírnos de nosotros mismos.

Visto en El Asombrario

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