Con la apertura del periodo de inscripción, los padres
inician una búsqueda incansable del mejor centro escolar para sus hijos
La angustia, muchas veces motivada por el exceso de
información, se convierte en su compañera de viaje: ¿Será bueno su nivel
educativo? ¿Se adaptará mi hijo bien al centro? ¿Tendrá buenos compañeros?
Pero los expertos advierten: hay que quitar peso a la decisión
y, sobre todo, buscar la coherencia entre casa y colegio
Es su primer día en la escuela infantil y Daniel entra a la
clase sin quitar ojo a su madre, a la que agarra de la mano con fuerza. Hay
muchos niños sentados en el suelo jugando con sus padres. La maestra le da la
bienvenida con cariño, pero Daniel, extrañado y con los ojos aún sólo
entreabiertos por culpa del sueño, se queda inmóvil. Una hora después, su madre
se marcha entre la inseguridad y la tristeza, y el niño rompe a llorar sin
consuelo.
La historia de Daniel podría ser la historia de cualquier
niño en un septiembre cualquiera. Y la angustia de su madre, que le deja con la
culpa cargada como una losa a la espalda, la de muchas familias. El inicio de
la vida escolar de los hijos supone para los padres y las madres un proceso
complicado y repleto de vaivenes emocionales; aunque es en el periodo de
inscripción, que ya se ha abierto en algunos centros escolares, donde comienzan
muchas de las preocupaciones.
"Elegir cole es la desazón de temporada", bromea
el psicopedagogo Jorge Casesmeiro quitándole peso al asunto. Tomar esta
decisión trasciende, asegura, a la mayoría de círculos con los que se
relacionan los padres. "Se habla en los grupos de amigos, con los
familiares, en el trabajo. El tema está en todas partes y muchas veces la
pareja limita su identidad a la de padres olvidando todo lo demás",
advierte el asesor del Colegio de Pedagogos de Madrid.
"Está claro que, durante un tiempo, van a dedicar una
gran parte de su esfuerzo a los niños; pero eso no quiere decir que anulen su
vida, tienen que hacerla compatible sin volverse locos, sin que afecte a sus
relaciones de pareja y profesionales", añade el filósofo José Antonio
Marina, creador de una organización –la Universidad de Padres– cuyo germen está
precisamente en esa angustia que acompaña sin descanso a los padres en los
primeros años de vida de los hijos.
"Que la escuela y la familia se den la mano"
¿Será bueno su nivel educativo?, ¿se adaptará mi hijo bien
al centro?, ¿tendrá buenos compañeros?, ¿le motivarán para que le guste
estudiar? Las preguntas se agolpan y las respuestas, que los padres reciben en
forma de mensajes contradictorios, llegan desde muchos frentes. "El exceso
de información sobredimensiona la trascendencia de la decisión", apunta
Casesmeiro, que asegura que informarse es muy útil siempre y cuando dispongamos
de un filtro para separar lo relevante de lo trivial.
Sentarse a reflexionar con calma o visitar el centro son dos
de los consejos que da Enrique Castillejo, presidente del Colegio Oficial de
Pedagogos y Psicopedagogos de la Comunidad Valenciana. "Es normal que
tengamos inquietudes, pero se trata de analizar cuál es nuestra situación y, a
partir de ahí, cuáles son las opciones que están a nuestro alcance",
apostilla. Para Casesmeiro, "los condicionantes geográficos y
socioeconómicos resuelven más de la mitad del trabajo".
Más allá de las particularidades de cada familia, hay un
criterio en el que coinciden de pleno todos los expertos para tener éxito en la
elección: "Que el centro escolar sea coherente con el entorno en
que queremos que crezcan nuestros hijos". De lo contrario, advierte
Castillejo, "se terminará creando un conflicto en el niño".
Así ocurre, por ejemplo, cuando se opta por un colegio
religioso y en la familia no se trasmiten estos valores. "Muchos padres
eligen este tipo de centros pensando en que así sus hijos estarán más
protegidos y vigilados. Por esto incluso sacrifican otras cuestiones, como la
metodología que se emplea", apunta José Luis Antiñolo, orientador escolar.
Maite Lamas, madre de un niño y una niña de 9 y 5 años, lo
tuvo claro desde el principio. "Queríamos que colegio y casa se dieran de
la mano y que se trabajara el aprendizaje centrado en el alumno". Lamas
reconoce que buscaba "un ambiente familiar y un trato más personal con los
chicos", pero los puntos que tenían los mandó a un cole de cinco líneas.
"Cuando la niña llegó a Primaria, aunque ella era feliz
en el centro, nos planteamos un cambio. No concebíamos que chicos y chicas de
seis años fueran tratados como entes que toman apuntes y hacen exámenes todas
las semanas". Ahora, tras años detrás de un plaza en el CEIP Trabenco,
Maite y su familia se han trasladado a vivir la sierra, cerca de un centro que
se adapta a la perfección a sus necesidades. "Mudarnos al norte era un
proyecto de vida que se ha precipitado con esta decisión", reconoce.
Sin embargo, la cercanía es para algunas familias uno de los
requisitos imprescindibles. "Se valora muy poco cuando tener el cole
cerca de casa es fundamental para la integración del niño en el entorno
más cercano: el barrio. A veces esto se interpreta como pura comodidad y
despreocupación, por eso está mal visto conformarse con el centro que tenemos
bajo la ventana de casa", defiende Carolina del Olmo, autora de ¿Dónde
está mi tribu?, un ensayo escrito desde la experiencia personal que huye de las
orientaciones de los expertos en algo tan personal como la educación de un
niño. "Los padres devoran artículos sobre aquello que les preocupa y esto
les provoca aún más angustia. Estas decisiones responden a condicionantes
individuales y, por eso, son poco sistematizables ", considera.
Preguntar, la mejor medicina
Ante el aluvión de mensajes, la mejor cura para muchos es
preguntar. Castillejo recomienda que hay que aprender a hacer preguntas sin
tapujos. "Igual que cuando vamos a comprar un coche queremos saber hasta
el último detalle, ¿por qué no vamos a hacerlo con algo tan importante como es
la elección de colegio?". "Y si podemos hacer partícipes a los niños
de la decisión, aún mejor", añade.
Optar por uno u otro colegio resulta cada vez más complicado
para las familias porque la oferta educativa ofrece hoy un amplio abanico de
posibilidades. Bilingüe, religioso, con piscina, con actividades
extraescolares... Aunque son muchas las variables que hay que tener en cuenta,"nunca
hay que dejarse llevar solo por el envoltorio". "Una cosa es
considerar si las aulas tienen materiales y están en buenas condiciones; y otra
muy distinta es fijarse más en las pistas deportivas que en el método de
enseñanza. En muchas ocasiones es puro marketing", advierte Castillejo.
"Estamos demasiado preocupados de con quien se va a
sentar nuestro hijo en clase", sostiene Antiñolo para explicar el porqué
de la búsqueda incansable del mejor ambiente y las más modernas instalaciones
por encima de otros criterios. Todas las semanas este orientador acude a un
centro con mayoría de población inmigrante que cada año registra menos
matrículas.
"Algunas familias sienten ansiedad al pensar que les
pueden asignar ese centro. En el pueblo la imagen del cole está por los suelos
cuando los resultados están ajustados a la media de la zona", se indigna
Antiñolo. Advierte del peligro de los prejuicios y recuerda que muchos estudios
avalan la heterogeneidad en el aula como un factor que impulsa el éxito
escolar. "La finalidad de la escuela no es preparar para la universidad,
sino para la vida", concluye.
En algunos casos, los padres identifican problemas que no
han tenido ni siquiera oportunidad de surgir y la alarma suena antes de la
cuenta. Es el miedo a equivocarse. "Las familias no pueden pensar que
elegir un centro para sus hijos es una decisión de no retorno, para toda la
vida", defiende Castillejo. En este sentido, Casesmeiro recuerda que
"siempre se puede cambiar de colegio sin tomarlo como un fracaso personal;
y mucho menos trasladar esa decisión a los hijos".
"No hay que sacar de quicio los signos de malestar"
Enrique Castillejo insiste en "no sacar de quicio"
los primeros signos que revelan el malestar del niño. "Si son pequeños,
los primeros llantos están dentro de la normalidad. Tenemos que olvidarnos de
la presión que nos provoca el sufrimiento infantil en el periodo de adaptación
porque tarde o temprano va a pasar", sostiene.
"Es mejor que lloren y expresen a que estén angustiados
y contenidos", resuelve Teresa Mendoza, maestra de Educación Infantil, que
recomienda a los padres que adopten una actitud positiva hacia el colegio.
"Si el niño ve que lo agarras con fuerza cuando entra en la escuela lo más
probable es que desconfíe y piense: ¿Y dónde me están dejando?".
La adaptación progresiva es, para Mendoza, la clave para que
los niños vayan creando vínculos afectivos con los maestros. El padre o la
madre juegan un papel importante en este proceso: "Si un adulto va por
primera vez a un sitio desconocido se encontrará más seguro si le acompaña
alguien que actúe de guía". De ahí la importancia, según esta maestra, de
que la escuela esté abierta y promueva la participación de las familias.
"Porque esa transparencia también da confianza a los padres", concluye.
La madre de Daniel entra por la puerta de la clase. Él la
recibe con los brazos bien abiertos. Han pasado tres meses desde aquel primer
día y Daniel despide a su maestra con un abrazo huidizo, a su manera. Mientras
sale del aula de la mano de su madre, gira la cabeza para no perder detalle de
lo que pasa dentro. Los que juegan sobre las colchonetas, aunque a veces surjan
conflictos, son sus primeros amigos. Y la escuela infantil, ese lugar que se le
antojaba extraño, su cole.
Visto en eldiario.es
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